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sábado, 18 de noviembre de 2017

¿Qué fueron los 'tall tales'?



Se llamó así, en el folclore americano surgido de la conquista del Oeste, a las historias inverosímiles que contaban los pioneros.

Aunque la tradición de los tall tales no es exclusiva de Estados Unidos –también se dio en Australia o en la frontera canadiense–, tuvo allí un mayor arraigo que en ningún otro lugar del mundo anglosajón, tal vez porque fue uno de los elementos que contribuyeron a la masiva expansión hacia el Oeste y la conquista de sus territorios a mediados del siglo XIX. 

Así, uno de los atractivos que impulsaron a las familias de pioneros a dejarlo todo atrás para emprender un largo e incierto viaje en busca de una vida mejor fueron, precisamente, las fantásticas historias que se contaban sobre aquellos lugares ignotos, donde, se decía, no existía el hambre ni las enfermedades, el clima era benigno todo el año y había riqueza para todos.

Por ejemplo, circulaban tall tales sobre un muerto que había resucitado al ser llevado a California; sobre un lugar en el que los cerdos corrían por el campo ya asados y con los cubiertos clavados en el lomo; sobre vaqueros que "cazaban" tornados a lazo y los domaban cabalgando sobre ellos (ilustración de este artículo), etc. El origen de estas historias se asocia a las reuniones al calor de las hogueras nocturnas de los primeros vaqueros, tramperos y exploradores, que competían entre sí por ver quién contaba la mayor fanfarronada. Luego, la tradición oral se encargaba de transmitir estos cuentos, exagerándolos cada vez más, y muchos acababan siendo recogidos por la incipiente literatura wéstern.

Uno de los contadores de tall tales más renombrados fue Jim Bridger (1804-1881), un hombre de la frontera, trampero y guía que se hizo famoso por ser el primer occidental en alcanzar el Gran Lago Salado. Algunas de las historias que relató Bridger tenían una base real; por ejemplo, todas las relacionadas con las maravillas naturales que halló a su paso por lo que hoy es el Parque Nacional de Yellowstone: los géiseres, entonces nunca vistos, o los árboles petrificados (aunque él puso de su cosecha que en el bosque petrificado había aves también petrificadas, que aun así cantaban). Otras, las más, salieron directamente de su imaginación.


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